Algunos lo hubieran firmado a comienzos de campaña. 26 puntos en la primera mitad de campeonato es un botín interesante, inalcanzable para la Real en los últimos años, motivo por el que no le quedó otra que arrear en la segunda vuelta para lograr bien la permanencia o bien el ascenso. El verdadero problema radica en el conformismo que parece estar instalado en el vestuario y la consiguiente posible relajación con la que puedan encarar lo que resta de Liga, a sabiendas de que, salvo hecatombe de por medio, ya cumplen expediente a nada que aseguren unos cuantos pocos partidos de aquí al final. Una verdadera pena.
Y es que, si bien la primera mitad de la temporada ha mostrado a una Real capaz de superarse a sí misma en los momentos más delicados, también ha evidenciado que este equipo no está capacitado para aprovechar las oportunidades, para bien, que se le presentan en el camino. Lo que deja en el aficionado una sensación extraña, la de pensar que de haberlo gestionado mejor, el objetivo por el que luchar podía haber sido muchísimo más ilusionante. En definitiva, la trayectoria del equipo, con picos y valles quizá demasiado extremos incluso de una semana a otra, invitan a pensar en eso, en una Real de medio pelo ubicada en la zona media-baja de la tabla, esperando a que el paso del tiempo traiga consigo el punto y final al campeonato.
Veremos si se cumplen los pronósticos. Se suele decir que rentabilidades pasadas no aseguran rentabilidades futuras. Pero mucho tendrá que cambiar esta Real en determinados aspectos como la ambición y ganas de superación para que pueda aspirar allá por mayo a pelear por cotas más altas que la simple permanencia en la máxima categoría. Y quedará un poso de fracaso, ya que, sin duda ninguna, la plantilla actual tiene mejores mimbres que las anteriores. Por desgracia, va camino de diluirse en la mediocridad con partidos desesperantes como los del otro día ante el Deportivo, en el que faltaron calidad e ideas para superar a un rival con diez atrincherado en la defensa de un punto con el que se daban por satisfechos desde antes de que el árbitro pitara el comienzo del choque. Ni en el campo ni en el banquillo se encontraron soluciones. Así, ser protagonista al final será imposible. Así, el destino será ser meros convidados de piedra. Y mira que nos da rabia.
Trabajar por un… ¿imposible?
La semana previa a enfrentarse al Barcelona actual tiene que ser rara para cualquier equipo. Es como trabajar todos los días por un… ¿imposible? Seguro que muchos futbolistas sueñan por la noche con marcar ese gol ganador ante el mejor equipo del mundo y salir en todas las portadas. Después llega el jarro de agua fría en forma de goleada encajada o baile de salón sobre césped. Nadie le ha podido meter mano al equipo que dirige Vilanova, una máquina de hacer buen fútbol, una apisonadora a la que le da igual qué o quién tiene en frente. Por pedir que no quede. Y ya que coincide con el Santo de todos los donostiarras, le pediremos los tres puntos a Sebastián. Festara.
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