lunes, 1 de abril de 2013

CON ESTA REAL AL FIN DEL MUNDO


El equipo txuri urdin iguala en dos ocasiones un encuentro en el que formó con diez canteranos en el once inicial 

El cuarto clasificado de la Liga española, esa que se rige por los fichajes millonarios y las estrellas rimbombantes, se presentó en Cornellá a falta de diez jornadas para la conclusión del campeonato con un once compuesto por diez canteranos. El que faltaba era Alberto de la Bella, un peón en estado de gracia formado en casa de su rival. De los once citados, nueve de ellos participaron con más o menos protagonismo en el ascenso de hace solo cuatro campañas. Ya no cabe ninguna duda de que la Real es de largo y sin comparación el equipo con más mérito de Primera. Da igual si finalmente consigue entrar en puestos de Champions, en la Europa League o si, en una improbable crisis, se queda fuera de las competiciones del Viejo Continente. Lo que está haciendo tiene un valor inigualable y si los demás no quieren valorarlo o elogiarlo, mejor para nosotros.

Gipuzkoa disfruta como nunca, o como no recuerda, de la sensacional campaña que está protagonizando un equipo que se ha convertido en el mayor orgullo de nuestra tierra. No había más que ver la cara de felicidad de los más de mil hinchas que ayer presenciaron el encuentro en Cornellá, a más de 500 kilómetros de sus casas.

Sinceramente, ¿existe un plan mejor hoy en día para un seguidor txuri-urdin que planear unas vacaciones en función de dónde juega su equipo? El extraordinario mérito de esta Real no se queda solo en su mayoría abrumadora de canteranos. Pese a no poder contar con Bravo, Chory y Vela (casi nada) mereció ganar un encuentro en el que, una vez más, debió luchar contra un adversario de entidad, que se puso dos veces por delante en las que fueron casi sus dos únicas opciones de anotar antes del descanso. El punto de oro que sumaron ayer los guipuzcoanos tuvo su origen en que nadie del club ni del entorno derramó una lágrima por las ausencias y en que todos ellos confiaban ciegamente en que los que salieran a competir ayer eran capaces de ganar contra cualquier rival y en todos los estadios de Primera, salvo el de los dos gigantes abusones.

La Real completó una notable actuación, plena de orgullo y talento, y si el triunfo se hubiese decidido a los puntos, como en el boxeo, habría regresado con la gloria a casa porque generó bastantes más ocasiones que los locales.

Llevamos muchas semanas diciendo que en casi todos los encuentros de esta campaña el equipo txuri-urdin suele confirmar hacia la media hora de juego poseer más argumentos que su enemigo para llevarse el gato al agua. La verdad es que ayer no fue del todo así. La Real tenía el balón y demostraba mayor calidad, pero el Espanyol sabe muy bien a lo que juega y, además, dispone de dinamita arriba suficiente como para volar por los aires cualquier fuerte defensivo. A los ocho minutos, en su primer acercamiento al área txuri-urdin, Verdú abrió con comodidad a Simao, este profundizó por la izquierda y su centro lo empujó a las redes Sergio García. Toda la acción pareció demasiado fácil para superar la oposición de una zaga realista, que ayer no estuvo tan contundente como en anteriores ocasiones. Markel sufrió con el talento de Verdú y Sergio García generó muchos problemas a los dos centrales, a los que confundía sacándoles continuamente del área, donde eran presa fácil para sus habilidosas maniobras.

El equipo realista era dueño y señor del balón desde el principio. Sobre todo cuando intervenía un Illarramendi que le da sentido a todos los balones que pasan por sus pies. Era una maravilla disfrutar de las combinaciones y de las posesiones largas de los de Montanier, con las que son capaces de someter a cualquiera. Aunque en esta ocasión, en su debe, hay que señalar que sobró alguna floritura, sobre todo cuando les estaba costando avanzar metros y hacer sangre en zonas peligrosas.

Sin que se produjera ninguna oportunidad nítida en ninguna de la dos áreas, la Real logró empatar a los 28 minutos. Illarramendi vio un gran desmarque de Xabi Prieto y su centro largo lo despejó Casilla a ciegas, sin darse cuenta de que el balón le vino a Zurutuza, que, en una acción de inteligencia y talento, puso el interior para dibujar una parábola perfecta que se alojó en las redes. El tanto fue muy parecido al que logró hace unos años Iniesta en Santander. La acción del manchego dio la vuelta al mundo, la del de Rochefort la veremos repetida solo en las cadenas vascas. Al tiempo.

Volvió a adelantarse el Espanyol

 La pena fue que la Real levantó el pie del acelerador con las tablas. El Espanyol se dio cuenta y se fue adueñando poco a poco de la situación, a base de agresividad en la presión (excesiva a veces) y de ir abasteciendo balones a Sergio García para que inventara. Sin que Zubikarai tuviera que intervenir, el delantero fabricó un tanto de la nada, al dejar atrás a Mikel González con un reverso precioso y, tras apoyarse en Verdú, centrar para que Stuani se adelantara con mucho mérito a De la Bella y marcara en un remate con la plancha.

Cualquier otro equipo hubiera acusado el golpe e incluso muchos no se hubieran repuesto. Pero esta Real tiene una fe inquebrantable. Su confianza y autoestima se encuentran en máximos inigualables. No había ningún naranja que no saliera convencido en la segunda mitad de que iban a puntuar y de que tenían muchas opciones de ganar. Así se puede ir al fin del mundo. Muchas veces hemos criticado su falta de carácter, pero la personalidad y la capacidad de reacción que están acreditando están fuera de toda duda. Aparte del buen funcionamiento del bloque, cada jornada hay un par de jugadores que lidera su fútbol y que marca diferencias. No importa que ayer faltaran varias de sus estrellas. Su vacío lo ocupó un Xabi Prieto imperial, que apareció por todos lados y que ofreció la sensación de ser imposible arrebatarle la pelota. Y, a su lado, como arma letal tras el descanso, un Griezmann incisivo, que volvió loca a la zaga local. Por si fuera poco, Agirretxe, que había sufrido en una primera parte en la que le alejaron del área, intervino siempre con peligro y criterio. El ariete se encuentra en un estado de forma excelente.

La Real tomó las riendas con su habitual descaro de la última media vuelta de la Liga, y comenzó a crear una serie de ocasiones que hubieran tumbado y hasta goleado a varios equipos de Primera. Griezmann, con la zurda y de falta, y Agirretxe, tras un control primoroso y después en una volea a lo Van Basten, rondaron un empate que tenía que acabar llegando. Con la Real volcada, Verdú dispuso de la opción para sentenciar, pero Zubikarai, en una intervención de mucho valor, mantuvo con vida a los suyos.

El arreón final contó con los refuerzos de Ifrán, que no remató pero inquietó mucho, y de un Pardo con dotes de líder. Tuvo que ser el pie mágico del riojano el que asistiera con precisión en largo a Griezmann, cuyo centro lo cortó Javi López con tan mala suerte que alojó el esférico en su propia portería. Desde ahí hasta el final el choque se enloqueció y se pudo, y quizá se debió ganar, pero también se corrió el peligro de perder.

La Real volvió a hacer sentir orgullosa a su afición. La temporada que está protagonizando es un escándalo y lo mejor de todo es que cada semana sigue superando escollos o contratiempos que se le van presentando. Su trayectoria es una carrera de pruebas y obstáculos, en las que siempre consigue descifrar los códigos para salir triunfadora. A algunos se les quedará cortó el empate de ayer, pero si les digo la verdad, el punto fue lo de menos de lo que se vio ayer en Cornellá. La Real Sociedad ha recuperado por fin todo su esplendor y solera, y por todos los estadios que pasa siempre deja el amargo sabor que anida entre la admiración y la envidia. El orgullo de todo un pueblo.



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