La vida se compone de pequeños instantes y la gran felicidad, de breves segundos de placer. Somos lo que vivimos y debemos aprender a acumular en nuestro contador de positividad todos los momentos que nos hagan sentir bien para recurrir a ellos cuando la vida nos ponga a prueba.
Es curioso esto del paso del tiempo, ¿verdad? ¿Nunca os habéis parado a pensar que lo que hoy parece eterno dentro de un año será sólo un recuerdo reducido a un instante? Como cuando nos contaban en ciencias que la vida de un hombre en comparación con la vida de nuestro planeta equivalía a una millonésima parte de un microsegundo y para nosotros es toda una vida y eso es mucho tiempo, ¿no?
El partido contra el Valencia duró 94 minutos y durante la liga se juegan 38 partidos en nueve meses. Pero dentro de un año cuando volvamos la vista atrás, el recuerdo de la liga 2012-2013 quedará reducido a cuatro palabras que servirán para rellenar una página de la historia de la liga cuando lo que estamos viviendo con la Real nos daría para escribir libros con mil anécdotas.
Y a mí me da pena. Sí. Y aunque no os lo creáis pensaba en esto mientras la Real nos deleitaba con otra noche mágica, con un partido de los que hacen afición, con un recital en el que el do de pecho lo dio un Agirretxe pletórico que puso en pie al respetable e hizo que los más escépticos terminaran cantando al son que el marcaba.
Si bien es cierto que con el marcador en contra Claudio pudo ser expulsado por tocar el balón fuera del área, no perdí en ningún momento la seguridad plena de que la noche terminaría bien. Y la Real remontó. Iñigo Martínez abrió el marcador y al igual que en el partido de ida fue un defensa quien mostró a los delanteros el camino del gol. Y Chori entendió el mensaje a la perfección. En una extraordinaria exhibición del charrúa, provocó la ovación más intensa de la noche cuando fue sustituido tras lograr la remontada.
La jugada del tercer gol me emocionó muchísimo. Agirretxe me hizo llorar y cuando estábamos a punto de entonar la Marcha de Sarriegi, el 3-2 nos cortó el rollo. 28.097 más todos los que vibraban al otro lado del televisor auparon a los nuestros y la explosión de euforia del cuarto dejó una estela tan brillante y hermosa que tardará muchos años en desaparecer.
No quería irme de Anoeta. Quería empaparme al máximo de ese instante para que permaneciera en mí para siempre. Quiero recordar siempre lo que sentí anoche porque resume perfectamente el sentimiento txuri urdin. Me vi rodeada de gente contenta, feliz. Seguramente todos tendrían sus problemas pero por un espacio breve de tiempo quedaron relegados a lo más recóndito de su mente para disfrutar de algo mágico.
Vi caras de alegría, sonrisas, buenos deseos y mientras caminaba sola para volver a casa me visualicé como en esas películas americanas en las que la gente pasa muy rápido al lado de la protagonista pero ella camina con la melena al viento a cámara lenta mientras suena una música que marca su paso. Así me sentí y cuando miré al frente y vi a otros viandantes, también protagonistas de su propia historia sintiendo lo mismo que yo y con la sonrisa en sus labios fui consciente de que su sonrisa también era la mía.
Cada uno lo vivimos a nuestra manera pero cuando nos quedamos solos con nuestros pensamientos el sentimiento es el mismo y es precisamente este sentimiento el que nos hace grandes, únicos y diferentes al resto.
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