La LFP decidió que jugáramos un lunes a las 10 de la noche y esa decisión nos trastocó los planes a muchos txuriurdines. Un fin de semana se hace eternamente largo cuando los nuestros no juegan y más en un estado de excitación y enamoramiento como el actual.
Levantarse el lunes sin haber jugado todavía y sintiendo el aliento de nuestros adversarios en la nuca, convirtió, los ya de por sí duros lunes, en angustiosos y eternos. Las manecillas del reloj parecían dormidas y el nerviosismo iba en aumento.
Y nos dieron las diez. El partido comenzó de la mejor manera posible: marcando un gol en los primeros minutos del partido. Mi corazón recuperó su ritmo cardíaco habitual y viendo el juego de la Real los nervios decidieron tomárselo con tranquilidad.
Pero de repente, y cuando menos lo esperábamos cometimos un error que nos costó muy caro, tan caro que hizo que todo cambiara y que pareciéramos un equipo en peligro de descenso en lugar del equipo europeo de champions que todos anhelamos.
Y como canta Sabina "nos dieron las diez y las once, las doce y la una, y las dos y las tres". A las diez el partido comenzó y la Real "reinaba" en el campo.
A las once volvimos al terreno de juego con la esperanza de que el descanso tuviera efecto y comenzáramos a recuperar nuestro juego y toque de balón, que volviéramos a ser nosotros.
A las doce "los clientes del bar uno a uno se fueron marchando" e intentábamos asimilar la derrota, aquella derrota merecida que no llegábamos a comprender.
A la una "yo quería dormir contigo y tú no querías dormir sola" porque es en estos momentos cuando más juntos debemos estar pero yo estaba enfadada y rabiosa.
A las dos seguía sin poder dormir y "parecía como si me quisiera gastar el destino una broma macabra". Lo teníamos tan a mano....
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