No hay miedo más irracional que
el miedo a ser feliz. Es algo innato en el ser humano y por sorprendente que
resulte, todos hemos experimentado este temor en mayor o menor medida. Todo
cambio, aunque fehacientemente sepamos que es para mejorar, conlleva un temor a
lo desconocido que de forma involuntaria nos puede impedir avanzar.
Recuerdo que hace algunas
jornadas titulé a una de mis crónicas De polluelo a Águila Real en la intención de identificar la evolución de la
Real desde la llegada de Montanier con la metamorfosis que sufren estas crías
hasta convertirse en bellas rapaces.
Volar. Ese es el objetivo. Dar el
primer pasito, lanzarte al vacío y experimentar una sensación placentera de
libertad sin límites. Sólo los más valientes sobreviven y sólo aquél que es
capaz de vencer su miedo podrá alcanzar las metas más altas.
Tenemos el plumaje, los colores
atractivos, las ganas y la conciencia plena de estar avanzando hacia un abismo
trascendental que cambiará el curso de la próxima temporada. Para mejor, sin duda estamos ante el ansiado "Salto de Calidad".
Sin embargo, cuando tenemos nuestro sueño al alcance de la mano surgen muchos temores
y el vértigo puede hacernos renunciar a lo natural porque… ¿y si se cumple? ¿qué
pasará si se cumple? ¿estaré a la altura?
"Ten cuidado con lo que deseas porque puede hacerse realidad" es
otra de las frases que puede resumir lo que estamos viviendo estas últimas
cinco jornadas. Todo iba sobre ruedas, afianzados en la cuarta plaza con la
sintonía de la Champions resonando en nuestras cabecitas txuriurdines, hasta
que empezamos a ser conscientes del premio que hay al final y, asomados al
borde sentimos miedo. Quizás la falta de experiencia y juventud de la plantilla
esté teniendo algo que ver aunque todo hubiera cambiado si esos dos balones se
hubieran encontrado con las mallas en vez de con los palos.
Estaríamos deleitándonos con los
dos goles de Agirretxe, las genialidades de Xabi Prieto o la fuerza incansable
de De la Bella. Piensa en anoche y en cuántas veces cantaste un gol que no
subió, cómo te rendiste a los pies de Charly en esa ovación que hizo retumbar
Anoeta. Dime que no creíste en una goleada, que no disfrutaste con el juego del
equipo. Dímelo, porque no te creo. Yo creí y no entendí cómo terminaron sacando
un punto de oro y diamantes para su crítica situación. ¡Eso si es presión!
Me fui en el 90’ con el 2-1 y los
años de experiencia me hacían imaginar lo que sucedía dentro interpretando la
voz de la afición. En un momento dado, se produjo un silencio. Profundo,
demencial. Silencio. Miré para atrás y al fondo de la avenida quedaba el
estadio iluminado envuelto en un silencio tétrico que me hizo temblar. Empate.
Cabreo. Decepción.
Sin embargo, mírate. Tu plumaje sigue intacto y tus colores lucen cada día más brillantes. Tu porte y habilidades hacen las delicias de los que te admiran. Sin darte cuenta, ya has conseguido tu sueño europeo. ¿No te habías dado cuenta? ¡¡¡Sabes volar!!! Sabes hacerlo y lo haces muy bien. Tranquilo, respira, mira al frente, suelta mi mano y confía porque sólo tú puedes levantar la cabeza, mirar al cielo y volar.
Sin embargo, mírate. Tu plumaje sigue intacto y tus colores lucen cada día más brillantes. Tu porte y habilidades hacen las delicias de los que te admiran. Sin darte cuenta, ya has conseguido tu sueño europeo. ¿No te habías dado cuenta? ¡¡¡Sabes volar!!! Sabes hacerlo y lo haces muy bien. Tranquilo, respira, mira al frente, suelta mi mano y confía porque sólo tú puedes levantar la cabeza, mirar al cielo y volar.
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