jueves, 4 de julio de 2013

Europa Txuri Urdin
REAL SOCIEDAD - BANIK OSTRAVA

José Mari Martínez jugó como titular los dos
partidos de la eliminatoria
Curiosamente, conservo unos recuerdos más nítidos de la primera y efímera aventura europea de la Real que de otras citas mucho más recientes en el tiempo. Trataré de expresarlos aquí y, seguramente, los retazos de la "wikipedia" del corazón serán más exactos que el retrato de lo que aquel 8 de septiembre de 1974 aconteció en Atotxa en el plano futbolístico.

Los prolegómenos fueron bastante intensos, la ocasión lo merecía. Era la novedad, el verse por vez primera en una competición continental. Por cierto, los viejos del lugar aún la llamaban la Copa de Ferias y yo, que sólo conocía las de Amara, me empeñaba en vano en hablarles de la Copa de la UEFA.

El primer hito fue el sorteo. Cada principio de otoño estábamos acostumbrados solamente al de la Copa del Generalísimo, personaje que, por aquel entonces, iniciaba su vida vegetal que muchos temían fuera perenne.

Pues eso, en este flamante bombo, la bolita nos deparó al Banik de Ostrava. Sin aldea global, sin internet, sin Twitter... no hubo nadie que saciara de forma instantánea nuestras ansias de conocer a un total desconocido. Así que hubo que esperar a los programas de radio de la tarde noche o a los periódicos del día siguiente....

Eran checoslovacos...Ufff! Telón de Acero, comunistas.. El diablo jugando al balón, aunque algún avanzado a su tiempo lo suavizó hablando de la Primavera de Praga y dedujimos que no serían tan abominables.

Y llegó el día. El ritual de siempre para ir a Atotxa, aunque en horario semi-nocturno. Con el aita al bar Egaña, frente al Kursaal, a esperar a los tíos que venían desde Zumaia y Getaria. Luego, recuerdo perfectamente que me puse en un sitio diferente al de mi localidad. Centrado en la portería del mercado de frutas, apoyado en la valla de cemento acompañando a la publicidad de Danone. Me decepcionó algo la entrada, un lleno sin más, sin esos agobios que se formaban para ver sobre todo al Madrid y al Bilbao.

Otra cosa que me llamó la atención en el decorado habitual del campo fueron las caras de la entonces llamada "fuerza pública", coloquialmente conocidos como los "grises". Mirada seria, tensa ... hacia los jugadores del equipo contrario. Muy diferente a la de los partidos contra un Betis, un Sevilla, un Madrid... donde, quien más quien menos, simpatizaba con el chaval del pueblo de al lado, incluso con el pariente lejano. Pero estos "morlacos" llegados del frío podrían ser incluso espías infiltrados!

Y empezó el partido. Y las ilusiones empezaron a desvanecerse. Yo particularmente lo personifiqué en el primer plano envidiable que tenía del portero del equipo silesio. Me aprendí su nombre, solo el suyo: Michalik. O bien era demasiado grande, o bien la portería había encogido. O les daba miedo, como a mí... Ni se acercaron. Fue un 0-1 de esos que incluso suenan a mal menor, un paseo militar de once tipos aguerridos que mantuvieron a raya las ganas de agradar de una Real que, por entonces, empezaba a notar los primeros brotes verdes que florecerían en equipo grande. Muy grande.

Javier Vicente

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