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Foto: Ruben Plaza |
Philippe Montanier llegó con las ideas claras cuando vino a Donostia el pasado verano. Si algo no se puede discutir, es que el técnico ha demostrado una gran personalidad para defender sus planteamientos. Aunque son muchas las voces que defienden que se ha mantenido siempre fiel a su estilo, su evolución desde que está en el banquillo de Anoeta resulta más que evidente.
El técnico arrancó la pasada campaña con un sistema 4-3-3, el mismo que le había reportado tantos éxitos en el Valenciennes y en el Boulogne. Su fidelidad a esa táctica motivó que incluso algunos le catalogaran como el "Guardiola francés" antes de que tomara las riendas de la plantilla txuri-urdin. Lo sorprendente y diferente, sobre todo por inhabitual en la Real, fue que las líneas del equipo actuaban muy separadas, lo que no tardó en provocar serios problemas que aprovechaban los adversarios.
Es cierto que en varios encuentros a domicilio, o a lo largo de varios de ellos fuera de casa, Montanier modificó su sistema para utilizar un 4-2-3-1 que, en el fondo, no difiere en exceso del 4-3-2, más aún si se juntan más las tres líneas.
Si hay algún partido en el que se confirmó por primera vez esta campaña la evidente progresión del equipo y sus opciones de llegar arriba fue en el derbi disputado en Anoeta. Montanier optó claramente por un 4-2-3-1, con Markel Bergara y Asier Illarramendi en el doble pivote. Pese a que después llegó el bache con las derrotas en casa seguidas frente a Atlético y Espanyol, el técnico ha seguido apostando por esta táctica que le está dando unos excepcionales resultados. Las únicas variantes que utiliza son las de cambiar el pivote específico defensivo para dar entrada a Pardo y poner de 4 a Illarramendi, algo a lo que solo ha recurrido por bajas. O, en la delantera, si apuesta por colocar a Vela de ariete prescindiendo de los dos 9 definidos como Agirretxe e Ifrán, para dar entrada a Chory Castro.
Lo que tampoco se puede debatir es que Montanier ha dotado de una impronta especial al fútbol txuri-urdin. Esta Real juega diferente a la de Lasarte, a la que le gustaba los partidos sin orden y correr los contragolpes. Este equipo prefiere dominar los encuentros a través de la posesión y las combinaciones largas que le han llevado a seducir a la Liga.
Lo curioso del caso es que el pasado domingo Montanier optó en la segunda mitad por el arriesgado 4-2-4 con el que impactó al poco tiempo de su llegada en un amistoso frente al Brest en Anoeta. El técnico lo utilizó sobre todo en situaciones de emergencia, y en algunas ocasiones le dio buen resultado como en la remontada ante el Málaga. Este curso no lo había empleado todavía. La Real demostró pegada en ataque, con tres goles en once minutos, pero, como cabía esperar, se convirtió mucho más vulnerable en defensa.
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