lunes, 6 de mayo de 2013

ANOENTANIER, PAÍS DE GOLES


 La Real Sociedad se mide hoy al Getafe a partir de las 22.00 horas y en un horario que no beneficia al desplazamiento de los aficionados

La semana pasada, tras el triunfo ante el Valencia, el especialista en estadística de la Cope Pedro Martín desveló que la Real llevaba sin anotar cuatro goles o más en tres partidos seguidos en casa desde 1986. Gran temporada aquella, la primera de Toshack en el banquillo, en la que se firmaron tres espectaculares 6-0, uno de ellos precisamente ante el Valencia. Recuerdo que El País escribió un original artículo que tituló "Athoshack, país de goles", haciendo referencia al origen del técnico.

El excelente momento que vive la Real reparte felicidad entre todos sus aficionados. Esta campaña ya nos ha hecho vivir escenas que tardaremos tiempo en olvidar. Quien más o quien menos ha compartido una celebración eufórica con amigos en alguno de los muchos tantos que están firmando nuestros jugadores.

Les voy a desvelar una que realmente me impresionó cuando me la contó mi amigo Xabier Almandoz, presidente de Gure Reala. Al término del choque ante el Valencia, mientras esperaba a que Vela le entregase una camiseta que le había prometido a un amigo, se encontró con el padre de Chory Castro, con el que ya había mantenido una conversación en Pamplona. Como de repente comenzó a caer un diluvio, se refugiaron en el coche de Xabi, que lo tenía aparcado en frente. Al parecer, cuando el charrúa salió de los vestuarios, su padre se bajó del vehículo emocionado y se fundieron en un intenso abrazo, llegando incluso a levantar en el aire a su hijo, pese a la incesante lluvia. No solo somos los aficionados los que estamos disfrutando como niños, en el vestuario la excitación también es permanente, pese a que se dosifiquen las muestras de euforia.

Pocas cosas son más bonitas en el fútbol que las imágenes de pasión en la grada. Hace unas semanas vi unas impresionantes en el partido Nuremberg-Greuther Fürth. Este derbi bávaro entre dos equipos separados por diez kilómetros de distancia se saldó con la victoria visitante por 0-1. La plantilla y los más de 2.000 aficionados presentes en la grada lo celebraron como si de un título se tratase y olvidaron por un día que son el colista de la clasificación, hundidos sin esperanzas de salvación desde hace varias semanas.

Siempre me ha encantado ver los campos en los que hay mucha representación de afición visitante, algo que, desgraciadamente, cada vez se da menos. En lo que llevamos de temporada he visto pocas exhibiciones como la que protagonizó la afición realista en Vallecas. Eso en Primera, porque el sábado 5.000 seguidores del Alavés tiñeron de txuri-urdin San Mamés, como a mí me gusta. Pero a lo que iba, en esta Liga que algunos denominan la mejor del mundo, pese a que se compran partidos cada año y los comités son parciales, influenciables y pendencieros, se premió lo sucedido en la barriada madrileña con una multa de 60.000 euros por "deficiencias en el control de acceso".

No entro a valorar los argumentos del castigo, pero digo yo que ya es casualidad que paguen siempre los más modestos, cuando esa recaudación le venía de perlas a las arcas rayistas. Y, por otro lado, visto el pacífico y colorido espectáculo de la afición blanquiazul en Madrid, ponen el partido de Getafe el lunes, con lo que evitan otro desplazamiento masivo y ofrecen una pésima imagen de la Liga con las gradas vacías.

Por lo tanto, muchos se tendrán que conformar con verlo por la tele. Cuando marcó Agirretxe el tercero ante el Valencia, un señor mayor preguntó con timidez a unos amigos míos que lo celebraban a lo grande en un bar: "¿Os puedo dar un abrazo?". En el cuarto se sumó a la piña como uno más sin pedir permiso. Pero, lo siento señor Tebas, esa magia no tiene nada que ver con la televisión. Eso solo lo consigue la pasión y el amor por nuestra Real.


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