lunes, 13 de mayo de 2013

FE CIEGA


Es una de las frases más repetidas por los jugadores en los últimos meses en Zubieta: "¿Quién iba a imaginar que a estas alturas íbamos a estar cuartos, con dos puntos sobre el Valencia, compitiendo contra grandes equipos y dando la cara?". El último al que le escuché pronunciarla esta semana fue a Xabi Prieto, pero Mikel González también dijo algo parecido 24 horas antes. Estoy completamente de acuerdo, ni los más optimistas podían imaginar esto no solo en verano, sino en noviembre, aunque creo que, por mucho que un quinto puesto sea una clasificación notable y meritoria que valoraremos mucho con el paso del tiempo, soy incapaz de dejar de pensar en la Champions. La temporada es tan extraordinaria y los futbolistas están haciendo algo tan grande que han puesto el listón de los sueños casi en la máxima cima a la que se puede aspirar hoy en día, por lo que se merecen toda mi admiración y agradecimiento.

Cada semana hago una porra en el bar Arkaitzak de Lorea en la que tengo que tratar de acertar el marcador del partido de la Real, del Athletic y del Barcelona. Reconozco que no adivino casi ninguno, con el lógico cachondeo desde el otro lado de la barra, que no paran de echarme en cara que "menos mal que soy periodista deportivo y sé tanto de la Real". La cuestión es que tengo el problema localizado. Aparte de la evidente influencia de mis orígenes guipuzcoanos, cuento con tantos recuerdos de mi equipo que, desgraciadamente, casi siempre me pongo en lo peor. Por mucho que esté jugando como los ángeles, que lleve una racha con la que ha llegado a parecer imbatible, la mayoría de las semanas he pensado que llegaba la derrota, influenciado por algún antecedente pasado con el rival o el escenario. Por lo tanto, como podrán confirmar bastantes, me temía lo peor para Getafe, un campo extrañísimo en el que nunca he visto jugar bien a la Real. Bueno, ni a ningún otro equipo, mas que a los locales de vez en cuando.

La semana pasada, 48 horas después de la goleada en Anoeta al Valencia, me llamó un periodista que cubre la información del conjunto ché. Tras muchas preguntas sobre si la Real estaba preocupada por lo que quedaba de temporada y después de avisarme de que los valencianistas se habían conjurado para vencer todos los partidos o algo así, me salió de dentro una respuesta: "Pero igual el partido que tenían que haber ganado era el de Anoeta, ¿no?". El miércoles me llamó de nuevo y, tras un amplio interrogatorio sobre la influencia de los lesionados y las supuestas dudas generadas después de la derrota en Getafe, no pude controlar mi reacción y me vine arriba: "Tú lo que quieres saber es si estamos con el cagómetro, ¿no? Pues mira, yo creo que lo de Getafe fue un accidente y que la Real va a acabar cuarta. Es más, la única opción que tiene el Valencia es ganar los cuatro partidos y, si lo consigue, es para que Tebas los investigue uno por uno, porque yo no me lo creería…".

¿Saben lo que les digo? Que me sentí muy liberado, porque es la actitud que pienso mantener hasta el final del campeonato. Esta Real me ha ilusionado como ninguna. Es un equipazo, capaz de superar todos los contratiempos que se le han ido presentando a lo largo de la temporada. Muchos de ellos han sido en forma de bajas por lesión. Basta ya de estar lloriqueando por las ausencias de hombres importantes; esta plantilla ha llegado tan lejos por su capacidad de respuesta cuando han venido mal dadas. Estoy cansado ya de razonamientos basados en el talante guipuzcoano. Por supuesto que en la porra he puesto que ganaba la Real. Y estoy tan convencido de que va a acabar cuarta que no descarto que mantenga su posición en el último encuentro en Riazor, con un rival jugándose el descenso y suturando de esa manera la herida abierta del título que se quedó en tierras gallegas. ¿Saben por qué? Porque confío plenamente en esta Real. Y punto.


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