martes, 7 de mayo de 2013

LA REAL PATINA EN LA PISTA DEL GETAFE


Vuelve a tropezar en el Coliseum en un duelo en el que se adelantó pero condicionado por un regalo de Markel

Nadie dijo que fuera a ser fácil. La carrera por la Champions exige sumar de tres en tres y la tensión por estar obligado a ganar cada siete días puede volverse insoportable. No parece que a esta Real comience a afectarle eso. Aunque ahora quizá muchos lamentemos los dos puntos que se quedaron en Pamplona.

La racha se truncó en Getafe. Han sido quince partidos seguidos sin morder el polvo, a los que hay que sumar los siete que pasaron sin derrota antes de la visita al Bernabéu. En total dos decepciones en 24 etapas. Eso solo lo hacen los equipos muy buenos, de primer nivel. Ahora es cuando recuerdas las palabras de Gordillo en el palco del Camp Nou aludiendo a la "suerte de Messi". La Real también cuenta con una aliada parecida. Fortuna de tener un porterazo, pese a que ayer falló en el segundo gol. Fortuna por haber formado una generación llamada de oro y por haber tenido paciencia en la cocción del bloque que consumó el ascenso hace solo tres años. Y, por supuesto, fortuna por disponer de un equipo y de unos jugadores desequilibrantes, capaces de decidir partidos y de jugar como los ángeles.

Una pena que ayer, en la pista de patinaje del Coliseum Alfonso Pérez Muñoz, en la que casi siempre pierde el equilibrio, no fue capaz de presentar su habitual puesta en escena y no logró desarrollar el fútbol que le ha convertido en una referencia en la Liga. No nos lamentaremos con excusas, porque eso es una cuestión para perdedores, una condición muy alejada de las señas de identidad de esta plantilla, pero cualquier análisis del choque sería inexacto si no se recordara que la Real se presentó en Getafe sin Illarramendi ni Xabi Prieto, dos pilares básicos en su juego. Nadie sabe lo que hubiera pasado con estos dos en el campo, porque los blanquiazules siempre se sienten extraños en el sur de Madrid.

Aunque sería injusto no otorgarle un voto de confianza por su trayectoria, esto no puede resultar óbice para hacer un reflexivo ejercicio de autocrítica. La Real jugó peor que su rival, algo que puede suceder, pero lo más grave es que perdió casi todos los duelos individuales por falta de intensidad y concentración. El Getafe siempre pareció que se jugaba más. Sus jugadores mordieron, hicieron más faltas, se adelantaron a los nuestros y demostraron tener las ideas mucho más claras.

Fue una pena, porque todo había comenzado en la misma línea bucólica de los últimos meses. A los cuatro minutos Zurutuza centró con el exterior y Vela, en posición más que dudosa, anotó su primera diana de cabeza en un gran remate en plancha. El mexicano, que arrancó inspirado, estuvo cerca de anotar el segundo, pero su internada no encontró rematador.

La jugada clave llegó poco después, en el minuto 18. Markel robó un balón, con una buena utilización de su cuerpo, pero al girar erró un pase a Iñigo que se convirtió en una asistencia a Pedro León. Fue un error de precisión, no de concepto, porque no era equivocado ceder al central. El tanto y la forma en la que se produjo hizo daño a la Real. Sus jugadores comenzaban a sentirse muy incómodos con la dureza del campo y sus imprecisiones o errores de técnica en controles eran constantes. En una salida a la contra, Agirretxe se dejó un balón que llegó a Lafita y su disparo lo dejó muerto en el área Bravo para que Barrada lo aprovechara al llegar antes que Iñigo.

A la hora pasada de partido, Montanier movió ficha y sacrificó a Pardo, que había sido la sorpresa en el once, para dar entrada a Chory Castro. Con el uruguayo en el campo, la Real dio un arreón en el que generó tres buenas opciones de Vela, Carlos Martínez y, sobre todo, Griezmann, de volea tras una magistral asistencia de Agirretxe, pero no pudo ser.

La clave para entrar en la Champions iba a ser la capacidad de reacción cuando llegase la primera derrota tras los últimos meses. En Getafe casi siempre sucede algo, porque nunca son encuentros normales, partiendo del aspecto desangelado de la grada y acabando en el extraño y resbaladizo césped que provoca que parezca que muchos de sus visitantes lleven patines. Pero no pasa nada. El tropiezo ha llegado con tiempo suficiente para reaccionar y con una ventaja de dos puntos más el gol-average. Ahora, más que nunca, se debe mantener la confianza en este equipo. El Granada lo va a sufrir.

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